domingo, 2 de agosto de 2009
EL GLORIOSO BATALLÒN VULCANO(Tomado del mercurio 30 septiembre del 2007)
EL BATALLÓN CHINO DE LYNCH Y UNA INMIGRACIÓN IMPROBABLE
En la guerra hubo un batallón de cantoneses esclavizados que prefirieron marchar con los chilenos a permanecer en Perú. Es el episodio más épico de la inmigración china en Chile, poco revisada por la historia y recopilada por un taiwanés que en medio del desierto se enteró de que sus paisanos habían estado allí desde mucho antes.
ÓSCAR CONTARDO
Entre los veteranos de la Guerra del Pacífico hubo chinos. Sin grandes monumentos, ni un recuerdo colectivo fijado en los textos escolares entre las tropas que ganaron el norte hubo orientales que llegaron a obtener pensiones de gracia por su lealtad al Ejército y que incluso fueron vistos ya ancianos, marchando como veteranos. Pocos se acuerdan de ellos.
Un chileno en Cantón
Pero antes de los chinos de la guerra hubo un chileno en la Guerra del Opio (1839-1942). Al servicio de la armada inglesa un joven Patricio Lynch llegó a las costas de Cantón. Allí debió aprender rudimentos del idioma que volvió a escuchar cuarenta años más tarde cuando en su marcha por el norte de Perú durante la Guerra del Pacífico encontró centenares de chinos esclavizados. Los fue liberando en la medida que avanzaba en su expedición. "Los dos mil hombres que le siguen parecen multiplicarse en los valles y serranías costeras; no sólo no pierde hombres, sino que captura valioso botín e informaciones preciosas entre los agraciados chinos que libera a su paso", explica Elsa Kan Ching en su tesis de historia de 1966, uno de los pocos documentos dedicados a la historia de la inmigración de chinos a Chile. Un proceso que tuvo su momento más llamativamente dramático en la Guerra del Pacífico, cuando los chinos liberados por Lynch en Perú se sumaron al ejército chileno. Eran culíes, trabajadores que vivían en condiciones miserables, mano de obra barata que mediante un resquicio contractual se salvaba de ser calificada como esclavitud. Enganchados en China después de firmar un contrato, eran hacinados en veleros en un viaje de cuatro meses. Los que llegaban vivos lo hacían para trabajar en Perú en condiciones torturantes. Eso encontró Lynch.
En la medida que Lynch los liberaba muchos quisieron marchar con el Ejército. Hubo dudas pero finalmente fueron aceptados. Algunos soldados chilenos incluso dejaron el quepí y se protegieron del sol con los enormes sombreros de los inesperados aliados. Los cronistas registraron como en Lurín y frente a un templo al Kuan Yo, dios de la guerra, un millar de cantoneses juraron ponerse a las órdenes de general en jefe chileno en la voz de Quintín Quintana, un chino de Ica que pese a ser libre y haber logrado prosperidad asumió el liderazgo de sus paisanos recién liberados: "si ordena trabajar, trabajar; si matar, matar; si incendiar, incendiar, si morir, mueren". Así lo hicieron.
El historiador y diplomático taiwanés Diego Lin Chou recopiló esta historia en "Chile y China: Inmigración y relaciones bilaterales" (Centro Barros Arana/Dibam). Allí relata que el general Arturo Villarroel, apodado "el general dinamita", dirigió la "Legión asiática" para desenterrar las minas y los torpedos, por lo que fue llamada "Legión Vulcano". Según informó en la época el diario El Heraldo: "los chinos han recibido de la Intendencia Jeneral del Ejército un traje completo de brin, desde kepí a zapatos...su alegría sólo es comparable con la de los niños cargando dulces". El diplomático taiwanés recopiló esta historia llevado por la curiosidad. En 1992 estaba de viaje por el norte. En un pequeño pueblo un lugareño le dijo a Diego Lin Chou que hacía tiempo que no veía "chinitos", porque en la década de los '40 había muchos. Era un pueblo en medio del desierto y la probabilidad que un paisano hubiera estado allí en medio de la nada y en las antípodas de su país a Lin Chou le pareció improbable, y por lo tanto una posibilidad atractiva para investigar. Decubrió el tráfico de culíes, las penosas condiciones en que llegaban a América -principalmente a Perú y Cuba- y los trabajos desde las plantaciones de azúcar del norte de Perú hasta las guaneras de Iquique.
Así comenzó a reconstruir una historia de inmigración que tiene mucho de fantasma y que tuvo su momento más épico en los episodios de la guerra del pacífico, aunque continuaría con un carácter diferente hasta hoy.
Espejismos chinos
La presencia de chinos en Chile se cuela desde mucho antes de la guerra. Sus registros son como citas casuales, vistazos de hombres que aparecían repentinamente sin que nadie explicara cómo llegaron allí y con los que, al parecer, no había posibilidad (ni interés) de comunicarse. Hacia 1850 Vicuña Mackenna recuerda haber visto a diez chinos trabajando en Quillota y a otros cincuenta en una mina del norte, según detalla el libro de Diego Lin Chou.En ese rastro improbable se perdió incluso más de alguna historia familiar. Como la que descubrió Kranko Zapatta un periodista que se enteró de que su padre, que decía ser oriundo de la sierra peruana, era hijo de un culí que adoptó el nombre de una familia que lo refugió.
"Mi abuelo después de la Guerra del Pacifico se quedó en Perú. Se hizo pasar por Serrano (indígena de los Andes peruanos). Allí estaba con una familia que hacía la comida en un campo de prisioneros y adoptó su apellido". El abuelo partió a Ecuador, allí formó familia. Luego uno de sus hijos se vino a Chile. Aquí se casó y vivió sin nunca reconocer su origen chino, ni comentarles de ese origen a sus propios hijos. Sólo se enteraron cuando un hermano de Kranko Zapatta visitó a la familia ecuatoriana de su padre. No los conocía, sólo sabía sus nombres, y como era natural todos eran en castellano. La sorpresa se la llevó en el aeropuerto cuando vio que sus anfitriones eran una familia evidentemente oriental. "¿Cómo no sabías que eras chino?" le dijeron.
Atípico mestizaje
Algo parecido debe suceder con un número importante de los descendientes de la inmigración temprana a la que alude Vicuña Mackenna, que terminó fundiéndose con la población local de las tierras al sur del norte salitrero.
Lo definitivo es que después de la Guerra del Pacífico los orientales siguieron concentrándose en el norte grande. "Esta tendencia se mantuvo en tres décadas del siglo XX por el auge de la industria calichera, los chinos llegados a Chile [lo hacían] por invitación de sus parientes o amigos". Si en 1875 había 122 en diez años la cifra llegaba a los 1.164.
Llegaban como trabajadores, ya no como culíes y sus nombres eran registrados según lograban darse a entender.
Luzmira Yáñez es profesora jubilada vive en Antofagasta. Su padre llegó a Arica en 1919. Natural de Cantón se radicó en Chile luego de servir en un barco inglés. Todo indica que su nombre era Hung Yang, pero el encargado de registrarlo encontró más apropiado el nombre Roberto y el apellido Yáñez creando la rama cantonesa de los Yáñez, tal como existe una de los López (derivada de Lo Pi) y los González (Wong Sa Lee).
"Mi padre se asimiló a la colonia china de Arica. Allí fundaron el club Chung Wha en 1923. Él fue el primer presidente y justamente los primeros directores tenían nombres españolizados: Antonio López, Manuel González y Felipe Leiva", explica Luzmira Yáñez.
Mejor suerte con la conservación de su patrimonio onomástico tuvo el padre de Gustavo Chiang, ingeniero y que junto a su hermano Jaime tienen el curioso récord de haber sido ambos rectores de la Universidad Federico Santa María "elegidos, no designados", aclara. El padre de los ingenieros Chiang llegó a Iquique en 1907 con 17 años y ni una palabra de castellano. "Es el único chino que logró conservar su nombre sin españolizar: Chiang Chi Juan". La salvedad era que como transcribieron Juan en lugar de Hwan, la gente lo llamaba "Juanito". Don Gustavo Chiang recuerda que llegó a trabajar como empleado de un almacén y a los diez años era dueño de uno. "Después se fue a un pueblo que se llamaba Lagunas -que está en el mapa, pero ya no existe- . Allí tuvo 5 pulperías". Chiang Chi Juan se casó en 1919, pero antes dejó el budismo. "Lo bautizó monseñor Caro", cuenta Gustavo Chiang, que con 80 años ha visitado varias veces China y la aldea desde donde partió su padre.
Actualmente, no existe una cifra del número de personas que compondrían la colonia china en nuestro país. Lo único claro es que la mayor parte de ellos está en el norte grande.
IQUIQUE ORIENTAL
Narciso Donoso
Corresponsal en Iquique
El arroz y el té son sagrados en Iquique. Ambas tradiciones fueron impuestas por los miles de chinos residentes desde hace más de un siglo. Sin embargo, y pese a estar a miles de kilómetros de su nación, los chinos están profundamente divididos por diversos factores.
El ex dirigente de la colectividad y actual gobernador rotario del Distrito 4320, doctor Alberto Chong, llegó a Chile a los 14 y señala con tristeza que es muy difícil terminar con las divisiones. Estima que en Iquique viven más de medio millar de chinos y que se dividen en tres grupos: los que llegaron entre 1920 y 1930 por el apogeo de las salitreras y se dedicaron al comercio, los que entre 1940 y 1960 instalan chifas y los que a partir del 90 vienen por la Zona Franca. Misma división hace Jou-Lin Fang (9, quien agrega el componente político que dividió a los orientales entre nacionalistas y comunistas. Fang recuerda con nostalgia la fuerte presencia que alcanzó su colectividad y que les permitió incluso mantener un hospital, clubes y hasta un equipo de básquetbol. Llegó a Chile en 1928 después de 60 días de viajar en tercera clase en el vapor japonés "Amoy Meru". Fue dirigente de la colectividad y luchó por integrar a los descendientes de chinos nacidos en Chile. Cuando Iquique tenía 30 mil habitantes, los chinos sumaban mil y sus negocios estaban en todas las esquinas. Y el análisis de Chong y Fang se hace evidente cuando se trata de conversar con algunos de los propietarios de los más de 50 chifas existentes en la ciudad, quienes luego de preguntar "para llevar o servir" y enterarse de que se trata de una entrevista, se rehusaban a hablar o pierden por arte de magia su capacidad para entender español. Sus compatriotas los acusan de no interactuar con la comunidad y sólo dedicarse a ganar dinero.
Una excepción a la condición anterior es el dueño del restaurant Sol Oriental, Fabio Huafang (3, quien es egresado de gastroeconomía y cocinero de trayectoria reconocida. Fabio llegó en 1996 a Chile y comenta. "Hay dos estilos de chino, los que vienen de Cantón y los de Shanghai y el norte. No hay mucha unión como colectividad porque todos se dedican mucho al trabajo y son grupos cerrados".En cuanto a las diferencias por el comunismo, estima que es un mito y que hoy el "comunismo chino es más capitalista que el propio Estados Unidos".
Cuento chino
La actriz y dramaturga Alejandra Rojas junto al Premio Nacional de Arte Gustavo Meza preparan una obra sobre la participación de los chinos en la Guerra del Pacífico. La obra, con financiamiento del Fondo Bicentenario, se llamará "Xi wang zhi di" (Tierra de Esperanzas) e itinerará por las ciudades del norte. "Ya hemos hecho parte de la investigación. Tenemos plazo hasta diciembre para escribir los textos, el guión y luego tener el montaje el próximo año", explica Alejandra Rojas.
Será uno de los escasos reconocimientos de la participación china en la historia del norte de Chile. Marcelo Villalba, investigador de la Guerra del Pacífico, ha estado tratando de iniciar una campaña para levantar un monumento a los chinos de la guerra. "Es una deuda que se tiene para con ellos y que se ha propuesto a las autoridades chinas y esperamos que alguna municipalidad se sume a esta iniciativa. Los chilenos les debemos mucho". Villalba mantiene un sitio web dedicado a la Guerra del Pacífico y conoce al detalle los pormenores del rol de los orientales en esta guerra. "Los chinos vivían bajo una esclavitud de las peores. Los grilletes que llevaban les provocaban heridas y les deformaban los pies. Algunos vivieron engrillados por más de 20 años". Villalba cuenta que en "Seis años de vacaciones" las memorias escritas por el oficial voluntario Arturo Benavides Santos en 1925 permiten conocer la manera en que se integraron los chinos a la causa de Chile. "Benavides relata la historia de un chino que es contratado en el Batallón Lautaro. Comienza cuando una avanzada de las tropas chilenas encuentra dos trenes en buenas condiciones pero con algunas piezas faltantes. Los chilenos reúnen a los residentes les indican que querían que aparecieran las partes faltantes; entonces se aproximó un chino de grandes proporciones y con una actitud tranquila dijo que él sabía dónde los peruanos escondieron lo que los chilenos buscaban para hacer funcionar los trenes, pero los entregaría solamente si era contratado por el ejército de Chile. La condición fue aceptada, se arreglaron las máquinas y el chino Hajan se transformó en uno más del Batallón Lautaro. Por sus formidables condiciones físicas, fue encomendado a llevar a los rezagados cuando se tocaba llamado a cuartel, los que no oponían resistencia ante este gigante asiático", puntualiza Villalba.
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