«Mi nombre está cincelado en bronce en la Capital de Chile; no seré yo quien lo manche.
I. Carrera Pinto ».
La acción más heroica del Ejército chileno en la guerra del 79/84, tuvo lugar en el pueblo de Concepción (provincia de Jauja, departamento de Junín del Perú), los días 9 y 10 de julio de 1882 (días domingo y lunes), entre 77 chilenos, capitón Ignacio Carrera Pinto y 5.600 peruanos a las órdenes del coronel Juan Gastó. El 1.° I.82 partía de Lima una división chilena de 4.000 hombres para rechazar de sus puertas al general Andrés Avelino Cáceres, que había sentado sus reales en Chosica; .Cáceres fué alcanzado y completamente deshecho en el triple combate de Pucará (5.II.82) por el coronel Estanislao del Canto. Cáceres y los suyos huyeron al Sur hasta la ciudad de Ayacucho, donde comenzó de nuevo a rehacer sus fuerzas; a principios de junio, éste disponía ya de 2.670 hombres de línea (8 batallones a 300 hs. c/u., 1 escuadrón y 8 cañones), fuerzas que a fines del mismo mes eran reforzadas por 8 batallones de guerrilleros y 6 batallonesde montoneros (7.300 indios): total 9.970 hombres. El 19. VI. Cáceres avanza al Norte para tomar la ofensiva y destruir la división Canto. Después de Pucará, éste había concentrado el grueso en Huancayoy para protegerse en la dirección de Ayacucho establece fuertes avanzadas, que se colocan de Sur a Norte en Marcavalle, Pucará, Zapallanga y Huayucachi; sus líneas de etapas con Lima quedaron cubiertas por destacamentos en Concepción, Jauja, Tarma y LaOroya; además había enviado más al Norte, a Cerro de Pasco, al 3.° de línea, unidad que había dejado un destacamento intermedio en la aldea de Junín. La única caballería, los Carabineros de Yungay, se repartió como sigue: un escuadrón (2 compañías) en Huancayo, una compañía en Tarma y otra en Cerro de Pasco y destacamentos pequeños en Zapallanga y La Oroya. Durante la ocupación, todos estos destacamentos se cambiaban periódicamente, sin permanecer más de un mes en cada guarnición. Al principio los chilenos no fueron molestados; pero muy luego, en abril, hubo un alzamiento general de indios, azuzados por agentes de Cáceres, por curas y especialmente por el obispo Valle y por las autoridades peruanas. Los habitantes habían comenzado a ocultar los víveres. La sublevación fué reprimida con energía y la tranquilidad duró hasta principios de junio, fecha en que renacen y acrecen las montoneras. Con el ocultamiento de las provisiones, éstas escasearon; hubo necesidad de procurárselas a la fuerza.A la falta de víveres se agregó una epidemia terrible de tifus, que hizo estragos en las tropas; anteriormente, este mal había diezmado a las fuerzas peruanas derrotadas en Pucará; éstas fueron, pues, las que dejaron el contagio. La escasez de víveres y, más que todo, los estragos que hacía el tifus, obligaron al coronel del Canto a ir a Lima y pedir a Lynchla desocupación de la Sierra (Junín) La idea no fué aceptada en Santiago; Canto recibe orden de reconcentrar su división, es decir, retirar las guarniciones de Cerro de Paseo y Junín (pueblo) y las de Huancayo al Sur; establecer el Cuartel General en Tarma y dejar guarniciones en Concepción, Jauja y La Oroya. Una vez efectuada
esta reconcentración, Canto con el 2.° de línea debía retirarse a Lima y dejar el mando de la división del centro al jefe más antiguo, coronel Gutiérrez. Estas medidas fueron tomadas en el carácter de secretas. Desgraciadamente, todas las disposiciones del Cuartel General en Lima, por reservadas que fuesen, eran muy luego conocidas por los agentes de Cáceres; un chasque voló, y el 28. VI., en Iscuchaca, el jefe enemigo tuvo noticias de las medidas que se iban a tomar.
Mientras tanto, Cauto partía de Lima el 20. VI; al desembarcar del tren en Chicla, recibe un telegrama del Estado Mayor General, en el cual le rectifica lo acordado con Lynch. El telégrafo estaba servido por peruanos, no por chilenos. Canto continúa su marcha de regreso; establece hospitales deevacuación en Tarma y Jauja y el 26 llega a Huancayo. Al día siguiente revista las tropas y ordena que se alisten para la reconcentración. La división carecía de camillas para el transporte de sus enfermos; 364 se medicinaban en los hospitales de Huancayo, de éstos 83 muy graves de tifus, incluso 6 de viruela negra. En la población no se encontraron materiales para construir camillas; hubo necesidad de utilizar como telas los cueros de los animales que diariamente consumía la tropa. Por este motivo, la reconcentración se fijó para el 9 de julio.
A principios de julio, Canto hizo relevar algunas guarniciones. El 5. VII partían de Huancayo: 3 oficiales, un sargento 1 o, un sargento 2.° 3 cabos l.os, 2 cabos 2os, y 56 soldados de la 4.a Compañía del Chacabuco 6.° de línea, a cargo del capitán, aún no dado a conocer, don Ignacio Carrera Pinto, con el subteniente de su compañía Pérez Canto y el subteniente de la 6.a Cruz Martínez (el subteniente Montt, de la 5.a, convalecía de tifus en Concepción). Esta compañía demoró 5 horas, espléndida marcha, en recorrer la distancia de Huancayo a Concepción, 30 km. La 3.a, capitán Nebel, pasó a Jauja a relevar la 6.a, teniente Luco; ésta se corrió a Tarma en lugar de la 1.a, capitán Lira, que fué ese mismo día a reforzar la guarnición en el puente de La Oroya. Todas estas compañías pertenecían al Chacabuco.
En la mañana del 6 salían de Huancayo el primer convoy de enfermos (282, de éstos 24 en camillas) a cargo del mayor de Carabineros, A. Guzmán, custodiado por 50 carabineros, cada uno de los cuales llevaba un enfermo en ancas, y 16 infantes del 2.° Este convoy aloja: el 6 en Concepción y el 7, 8 y 9 en Jauja. Los enfermos que iban montados, 258, en ancas y en burros, podían defenderse, pues llevaban su armamento; de esta manera, téngase presente, la guarnición de Jauja fué aumentada a 423 combatientes. El 8 en la tarde, las guarniciones disponían de la siguiente tropa disponible: (de S. a N.) Marca valle, 114; Pucará, 235; Zapallanga, 180; Huayucachi, 232; Huancayo, 1.644 (grueso); Concepción, 73; Jauja, 423; Tarma, 195; La Oroya, (puente) 152; Junín, 26 y Cerro de Pasco, 492. El día 8 estaba designado para que saliesen de Huancayo el resto de los enfermos a cargo del Chacabuco; pero, como «ese día tuve noticias que el hospital de Jauja no había sido evacuado, y como al siguiente día 9 debía moverse toda la división, dispuse para ese día la marcha del resto del convoy de enfermos». (Parte de Canto a Lynch, Lima. 30. VII.82).
¿Qué pasó el 9?
Al amanecer de este día, todo el 5.° de línea que cubría los puestos avanzados, debía replegarse a Huancayo.para desde aquí continuar a las 10 A. M. a Concepción, donde acamparía el grueso. En Huancayo las tropas estaban oyendo misa tranquilamente a las 8 A. M.; en ese momento llega un jinete con la noticia que la compañía en Marcavalle había sido asaltada al amanecer por gran
número de indios y tropas regulares y que el 5.° se replegaba al Norte y pedía ayuda. En el acto se interrumpe la misa, y todos, menos el Chacabuco, van en apoyo de los compañeros que se batían; por esta causa, la división en lugar de dirigirse al Norte, marcha al Sur. Esto se debía a que Cáceres había resuelto atacar simultáneamente las principales guarniciones chilenas. Para este fin había dispuesto lo siguiente:
1) El subdelegado de Huarochiri, con las montoneras que lograra
reunir, debía destruir el ferrocarril de La Oroya, especialmente
algunos puentes y la estación de término, Chicla;
2) El coronel Tafur, Máximo, con el batallón de línea Huancayo
y los montoneros de la ribera derecha del Mantaro, asaltar el
puente de La Oroya;
3) El jefe de la división Vanguardia, coronel Gastó, con los
batallones Libres de Ayacucho y Pucará (300 hs. c/u), dirigirse a
Comas para que unidos con los guerrilleros de esta región que organizaba
desde hacía tiempo el comandante provisional Ambrosio
Salazar (dueño de la casa contigua al cuartel en Concepción), atacase
Jauja o Concepción; y
4) Cáceres, con el grueso, atacará de frente por Marcavalle.
Este plan no se cumplió exactamente, pues Tafur se adelanta y
sin energía, y con muy poca destreza, ataca a La Oroya el día 3 de
julio, y naturalmente es completamente rechazado y perseguido por
el teniente Meyers con los 46 hombres de dicha guarnición.
Chicla, con igual resultado, es asaltado el día 7; pero logran destruir
un puente.
Los únicos que coinciden son los ataques de Cáceres, al amanecerdel día 9 y el de Gastó a las 2.30 de la tarde en Concepción.Gastó parte de Iscuchaca el 26 de junio y efectúa una marcha admirable de flanco por Acostambo, Huaribamba, Paltarumi a Comas; aquí se une con los guerrilleros de Salazar, y cumpliendo con órdenes explícitas de Cáceres, va a establecerse en Apata, entre Jauja y Concepción. Apata queda sobre un camino de montaña situado a 4 km. al Este del principal que une a Concepción con Jauja, y está más cerca de este último lugar que de Concepción. El servicio de informaciones de Gastó era bueno, pues oportunamente supo que Jauja, que más deseaba atacar, disponía de fuerzas muy superiores a las que había en Concepción. Por eso resuelve sorprender a esta guarnición. Con tal fin había dispuesto oportunamente que todos los guerrilleros de los pueblos que rodean a esta ciudad, se dirigieran a las 3 P. M. a Concepción, rodeándola por todas partes, de modo de cercarla completamente para que nadie pudiera escapar. El, con los dos batallones de línea, apoyaría el ataque que debían iniciar los guerrilleros, cerca de 3.000 indios. Para facilitar la acción de las tropas, se acuerda, además, que algunos vecinos de la población festejen a los oficiales del Chacabuco, los que son convidados a un espléndido almuerzo que tiene lugar este mismo día 9 en el hotel de ¡a plaza. ¡Tan terribles eran los chilenos que no bastaban las armas para destruirlos! La tropa estaba acuartelada, pues debía estar lista para incorporarse al grueso que se esperaba para la tarde de ese mismo día. El correo militar para Huancayo pasó sin novedad y fué despachado por Carrera a las 11 A. M., entregándole el siguiente oficio:
"Comandancia del Cantón
Militar de Concepción"
Concepción, julio 9 de 1882.
«Al señor Coronel Jefe de la División del Centro:
«En el acto de recibir su nota de fecha 8 del que rige, procedo a dar cumplimiento a lo ordenado por V. S.
«Dios gue. a V. 8.—(Fdo.) 1. Carrera Pinto».
En dicha nota, Canto le decía que al día siguiente 9 se pondría en marcha la división y que estuviera listo con su compañía para unirse al Chacabuco, que redoblara la vigilancia, mantuviera sus tropas acuarteladas y listas para lo que pudiera suceder. Los oficiales asistentes al almuerzo, salvo Montt que no fué, estaban intranquilos y sin esperar que éste terminara, regresan al cuartel antes de las 2 P. M.; Carrera, en cambio, quedó un poco más, dando charla a los que lo habían convidado, entre éstos algunos extranjeros. Media hora más tarde, los centinelas del cuartel dan el grito de alarma, que columnas enemigas vestidas de blanco y uniformadas, con numerosa indiada se veían por los cerros del oriente, camino a Ocopa, y por el camino de Huancayo, Sur de la población, los que desde grande distancia rompen sus fuegos sobre la plaza. Carrera inmediatamente corre a su cuartel y da las órdenes para el combate; distribuye sus pequeñas fuerzas en 4 grupos que debían defender Jas 4 esquinas de la plaza; hace también ocupar las torres de la iglesia. Carrera sabía con la debida anticipación que posiblemente sería atacado ese día. Según un presbítero francés que presenció el combate desde su casa situada inmediatamente al Sur de la iglesia, dice que «Carrera y todos sus hombres acostados en la tierra de las boca-calles que dan entrada a la plaza, no hicieron caso del fuego que desde las alturas que circundan al pueblo, les abría el enemigo». Los peruanos habían entrado ya al pueblo, 3.30 P. M., y se venían sobre la plaza con un ardor inusitado. Cuando éstos llegan a tiro eficaz, Carrera ordena romper el fuego. Como una hora duró el combate en esas posiciones, sin que el inmenso número de enemigo lograse entrar a la plaza. En este combate cayó herido gravemente el comandante peruano Carvajal. Apesar de las pérdidas, los peruanos no cejaban y avanzaban sobre la plaza con un coraje nunca visto. «Los nuestros debieron extrañarse de tanta obstinación, pero bien pronto pudieron conocer la causa de un fenómeno tan extraordinario: repentinamente vieron invadir la plaza por todas partes a un inmenso número de indios más, armados de todas armas, que desde los pueblos circunvecinos y de la misma plaza venían en auxilio de los asaltantes». Así se cumplían las órdenes de Gastó. «Viendo los nuestros que iban a ser rodeados por fuerzas mil veces superiores, se entraron al cuartel y allí prepararon la resistencia. Los enemigos se precipitaron como avalancha sobre la plaza y sobre los edificios contiguos al cuartel.«Allí se trabó el combate más encarnizado que recuerda la historia ». (Isidoro Palacios, secretario de Canto. Primera versión de este combate, publicada en Lima el 15 de agosto de 1882). «A las 6.30, dice una relación peruana publicada en Lima en julio del 84, ordenó el coronel Gastó se tocara cesar el fuego, porque las municiones se estaban concluyendo y había necesidad de sostenerse hasta que viniera el refuerzo que había pedido. «Llegado este socorro (2.500 indios más, regularmente armados) al aclarar el 10 de julio, se empeñó nuevamente el encarnizado combate, etc.» Aún cuando se había ordenado cesar el fuego, puede asegurarse que, en realidad, el combate no cesó durante toda la noche del 9/10. Carrera rechazó enérgicamente varios asaltos al cuartel y aún perseguía a sus enemigos haciendo varias salidas, con enérgicos ataques a la bayoneta, que despejaron la plaza dos o tres veces durantela noche. Los peruanos ocuparon la casa vecina de Salazar, y guiados por su dueño, abren forados para facilitar el asalto en cuanto lleguen los refuerzos. Cuando éstos llegaron al amanecer, Gastó intima rendición, por escrito ahora, y que un parlamentario lleva a Carrera Concepción, julio 10 de 1882.
«Al jefe de la guarnición chilena. Presente.
«Contando como usted vé con fuerzas muy superiores en número a las que Ud. tiene bajo su mando y deseando evitar una nueva lucha a todas luces imposible, intimo a usted rendición incondicional de sus fuerzas, previniéndole que en caso contrario serán ellas tratadas con todo el rigor de la guerra.
«Dios gue. a Ud.—(Fdo.) Juan Gastó.
En el papel en blanco sobrante del mismo oficio que devolvió, Carrera contesta solamente estas cortas palabras:
«Mi apellido está cincelado en bronce en la Capital de Chile; no seré yo quien lo manche.—(Fdo.) I. Carrera Pinto.
El combate continuó entonces con más energía, defendiendo los nuestros el cuartel con las últimas municiones que les quedaban. A
las 8 A. M. del día 10, éstas se habían agotado por completo. La mitad de la guarnición había perecido. El enemigo redoblaba entonces sus ataques con más furia, trabándose un reñido combate al arma blanca por todas partes del cuartel que comenzaba a incendiarse con parafina que arrojaban desde los altos de la casa de Salazar; los peruanos invadían por todas partes, apareciendo por forados, por techos y murallas. «Eran las 9 de la mañana; se había combatido sin cesar18 horas mortales: la mitad de la guarnición había perecido; 10.000 hombres rodeaban el cuartel; los nuestros estaban aniquilados por la sed, la fatiga y por el incendio; muchos, casi todos, estaban gravemente heridos, sin más esperanzas que las de morir con gloria; como chilenos
esperaron el último ataque para defender su puesto al arma blanca. «El enemigo se introdujo por todas partes a la vez, invadiendo el cuartel, la comandancia y la parroquia. Los nuestros se arrojaron con rabia sobre los infames asaltantes. Vieron llegado el último momento y quisieron vengar ellos mismos sus preciosas vidas. El enemigo embrutecido con el alcohol y envalentonado con el número, se precipitaron sobre las bayonetas de los nuestros. La carnicería fué horrible: por no de los nuestros morían 5 o 10 de los contrarios. Pero los nuestros eran un puñado y fueron cayendo uno a uno.
«Eran las 10 de la mañana. Todo había concluido. «Sólo quedaban de los nuestros un niño y 4 valientes soldados que mantenían titánica lucha dentro de la iglesia. Esos bravos lograron salir a la plaza abriéndose paso por entre la muralla de enemigos. «En la plaza se vieron rodeados por 5 o 10.000 hombrea. No era posible combatir. Era preciso morir dignamente. «Fué entonces cuando un hombre penetrado de tanto heroísmo, quiso salvar las vidas de esos valientes muchachos, gritando al subteniente Cruz que se rindiese y le salvaba la vida. «En ese instante supremo de la vida, después de 19 horas de combate y en presencia de los sangrientos despojos de sus hermanos, el hombre más valiente se anonada. La vida es tan bella, sobre todo para el joven que ha cumplido como bueno con su Patria. «Pues bien, en ese solemne momento el niño se sobrepujó, se hizo gigante, despreció su vida y con su muerte legó a su patria la más pura gloria. «No me rindo»—contestó con rabia el sublime muchacho—«los chilenos no se rinden, maricones cobardes». «Y acometió con los suyos a los salvajes con todo el empuje de su alma gigante, muriendo como un héroe digno de Chile y de sus glorias.
«La Patria debe guardar con cariño la memoria de esos héroes. Debe poner bajo su augusta protección a las familias de tan preclaros hijos. Y mucho más aún merecen los heroicos mártires de Concepción. «El sol del 9 de julio alumbró una gloria más de las armas chilenas, porque 77 de sus dignos hijos recibieron la corona del martirio defendiendo heroicamente la gloriosa bandera; porque murieron todos y murieron solos, sin pedir favor a sus enemigos. Chile puede,' puede, ceñirse una corona más de gloria». Tal fué la gloriosa epopeya de Concepción, en que un reducido núcleo de chilenos ascendió al templo de la inmortalidad. Como los nombres de estos héroes han sido publicados siempre con varios errores, damos hoy una lista completa, tomado de las listas de revistas de comisario de julio y agosto de 1882.
Batallón Chacabuco 6.° de línea
4.a Compañía, capitán don Ignacio Carrera Pinto
» subteniente don Arturo Pérez Canto
5.a » » » Julio Montt Salamanca
6.a » » » Luis Cruz Martínez
4.a » sargento 1.° » Manuel Jesús Silva
» » 2.° » Clodomiro Rosas
» cabo 1.° » Gabriel Silva
» » » » Carlos 2.° Morales
» » » » Juan Ignacio Bolívar
» » 2.° » Pedro Méndez
» » » » Plácido Villarroel (ascendió el
16.VI.82) y los soldados: Tiburcio Chandías, Amador Gutiérrez, Juan Ferra,
Pedro Nolasco Zúñiga, Pablo Ortega, Avelino Olguín, José
Martín Espinoza, Pablo Trejos, José Félix Valenzuela, Agustín
Molina, Rafael Otárola, Félix Contreras, Enrique Reyes, Federico
Sepúlveda, Francisco Escalona, José Argomedo, Juan Bautista Núfiez,
Abelardo Silva, Efraín Encina, Vicente Muñoz, Emilio Correa,
Mariano González, Pedro Moneada, Angel Agustín Muñoz (asistente
de Carrera), Juan Hinojosa, Eduardo Aranís, Manuel Antonio Martínez,
José Arias, José del Carmen Sepúlveda, Emilio Rubilar, Máximo
Reyes, Pedro Lira, Erasmo Carrasco, Estanislao Rosales, Emigdio
Sandoval, Estanislao Giménez, Juan Bautista Campos, Florencio
Astudillo, Pablo Guajardo, Juan Sandoval, Juan Bautista Jofré,
Manuel Contreras, Rudecindo Zúñiga, Hipólito Utreras, Manuel
Rivera, Agustín 2.° Sánchez, Lorenzo Aceitón, Gregorio Maldonado,
Bonifacio Lagos, Manuel Jesús Núñez, Bernardo Jaque, Lindor
Total 77, de los cuales, un oficial (subteniente
Montt) y 10 soldados (de la 1.a, 2.a, 3.a, 5.a y 6.a y el del batallón
Lautaro), aún cuando pelearon como leones, eran convalecientes o
enfermos de tifus.
La División.—Cuando ésta llega a Pucará no encuentra con quién combatir; Cáceres y los suyos se habían retirado oportunamente a los más altos cerros; regresa, entonces, la división a Huancayo para continuar al día siguiente 10 de julio, a las 8 A. M., tranquilamente su marcha a Concepción, a donde llegan las primeras fracciones, la vanguardia, el batallón Chacabuco, a las 4 y minutos de la tarde. Los peruanos en Concepción, tuvieron, pues, tiempo sobrado para saquear completamente el cuartel, desnudar a todos los muertos y repasarlos, sin dejarles ni la camisa y cometer con éstos actos de verdadero canibalismo. El cuadro que la división presenció a su llegada, fué horrible: El cuartel destruido e incendiado; por entre los escombros humeantes se veían los cadáveres de los muertos... Contando los muertos en grupo, calculamos que toda la guarnición había sucumbido... Allí estaban sus cadáveres en completa desnudez, profanados y descuartizados. Corredores, patios y habitaciones, todo estaba sembrado de restos humanos groseramente mutilados. Encontramos los cadáveres de los 4 oficiales: el subteniente Cruz estaba en la plaza al lado de la iglesia; el capitán Carrera Pinto,en el patio de la comandancia; el subteniente Pérez Canto, en un corredor del cuartel, le habían cortado lonjas de carne de los muslos
RESUMEN
1 Capitán
3 Subtenientes
1 Sargento 1.°
1 » 2.°
3 Cabos l.os
2 » 2.os
66 Soldados.
El subteniente Montt, con un brazo vendado, estaba entre un montón de 17 cadáveres dentro de una pieza. «Tres mujeres y un niño de pecho, vergonzosamente profanado completaban el cuadro de tan desgraciado suceso. Salimos a la playacon el alma traspasada de dolor y de rabia».
Antes que llegaran las tropas chilenas, tropas, montoneros habitantes peruanos habían huido oportunamente a las inaccesibo cumbres de los cerros vecinos, por temor al inevitable castigo, que fué inexorable y justiciero. De los enemigos, loa nuestros hicieron más de 600 bajas durante
el combate, casi todos indios; de las tropas regulares, los escrito peruanos confiesan 36; deben haber sido mucho más. ¿Qué se hizo la bandera nuestra, que orgullosa flameaba en cuartel el Domingo y noche 9/10? Esta sucumbió también glorio mente. Como no podía hundirse cual una nueva Esmeralda en aguas de Iquique, el fuego del incendio y las descargas de loa combatientes que glorificaban dicho acto, la abrasó y sus cenizas cubrieron como única mortaja, los cuerpos de nuestros héroes que murieron defendiendo la pureza inmaculada de su prestigio, jamás empafiado.
¡Viva Chile!
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